2º FINALISTA MÉXICO: Concurso de relato breve

Alejandro Meza Orozco es el autor del relato breve Habitación doble para uno, que fue elegido segundo finalista del concurso literario Piensa en algo bonito, sueña con Chequia, convocado en México por la revista cultural La Tempestad y la Oficina de Turismo de la República Checa. Leerlo es un placer.

Por: Colaborador invitado

Publicado: Mayo 07, 2020

Habitación doble para uno es una historia de amor (o desamor) y los devaneos emocionales del protagonista tienen lugar en las bellas calles empedradas de Český Krumlov. El texto quedó seleccionado como segundo finalista del concurso de relato breve organizado por la revista La Tempestad y el blog Destino Chequia.

HABITACIÓN DOBLE PARA UNO

Viajar por placer sin compañía es como ir al cine solo. A muchas personas les resulta extraño, anormal, casi tabú y por tanto no lo hacen jamás y levantan una ceja cuando ven o saben de alguien que sí. Es una señal, ¿de qué? No lo tienen muy claro, pero debe ser cosa de gente rara y excéntrica en el mejor de los casos, alguna razón habrá para que nadie los acompañe.

Todo eso cruza mis pensamientos mientras miro el asiento sin ocupar a mi lado en el que deberías estar tú. No me mires así que no lo digo yo, lo dice la reservación que hicimos juntos meses atrás. Ironía que ese cosquilleo prejudicial sobre los viajeros solitarios me esté haciendo de escolta todavía, a una semana de distancia y un océano de por medio. Llegamos. Lo digo en plural en consideración a los otros pasajeros del autobús. Český Krumlov, Chesqui Crumlof, Chesqui Crumlof, Chesqui Crumlof he repetido en mi cabeza durante buena parte del trayecto desde Praga esperando conseguir pronunciarlo medianamente bien si se presenta la ocasión y no hay escapatoria. Aún recuerdo mi asombro cuando en la escuela primaria aprendí que Guajaca se escribe Oaxaca.

Aquí estoy al fin. El centro del pueblo es casi una isla, una gota de tierra firme ceñida por un listón de agua. Contrario a mis manías comienzo a caminar sin objetivo, me dejo llevar por las calles y las piedras y termino por darme cuenta de que esto es un laberinto en el que todos los senderos llevan al río. Subir, bajar, girar, rodear, atravesar, visitar, comprar, contemplar. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que bajé del autobús y en lugar de mirar el reloj decido acodarme en uno de los puentes a mirar el agua. Abro la bolsa de dulces de miel y rosa mosqueta recién comprada para probar uno mientras admito con gula y honestidad que la bolsa y su contenido no sobrevivirán al tornaviaje. Al tomarlo entre mis dedos el caramelo es como una gema, sus sombras y reflejos se parecen a tus ojos y pienso: heme aquí, haciendo el viaje que nunca hicimos, porque tú y yo ya no viajamos juntos de la cama a la mesa, ni de ida ni de vuelta. ¿Qué pasaría si comenzara a llorar ahora mismo? Nada, el llanto caería al río y una lágrima en medio del agua es tan solo una gota más.

En honor a mis obsesiones —que no son pocas, tampoco sencillas— aliso el celofán del caramelo y lo doblo a la mitad una y otra vez tanto como resulta posible hasta que las voces a mi alrededor me devuelven al aquí y al ahora. A unos pasos de donde estoy, dos muchachas coreanas que parecen salidas de un anuncio de revista se toman fotos, juntas, separadas, entre ellas y a ellas mismas. Hay muchas más personas que las imitan con cámaras, teléfonos y tabletas porque desde el puente se tiene una buna panorámica del castillo y la torre. Me pregunto en cuántas de estas fotos apareceré como figurante o como extra, turista de utilería. Quiero deambular un rato más antes de registrarme en la pensión que tú elegiste. He decidido que cuando vaya a dormir abarcaré tanto espacio en la cama como me sea posible. Mis zapatos dejan de caminar ante las escalinatas de la iglesia de San Vito. Detenerse o continuar, subir de nuevo, cruzar, adentrarse. El tiempo se me va ante un altar en el que un santo derrama agua de una jarra —sin mucha solemnidad— sobre la cabeza de un niño de piel negra vestido con una falda de plumas grandes como de avestruz. Unos músicos continúan ensayando cerca del presbiterio, aunque la iglesia está por cerrar y me dirijo hacia la puerta. Tomo mi cartera para confirmar de cuántas coronas dispongo y me topo con esa fotografía tuya que aún conservo, la tomo entre mis dedos como si se tratara de un cigarro o un naipe de cartomancia. Estoy por llevarla hacia mis labios, acercándola a la media sonrisa que aún consigues provocar, pero me detengo y, justo antes de salir, la deslizo por la rendija de la caja de las limosnas.

¿Se te antoja visitar Český Krumlov?

Mira este video sobre el pueblo más encantador de Chequia, tanto para viajeros solitarios como para recorrer en pareja: Český Krumlov.

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