Brno

Patrimonio cuidado, sin fachadas de edificios ennegrecidas por la polución,  jóvenes poblando  las calles, ofertas culturales múltiples, restaurantes de nivel,  alegría en las calles y dinero en movimiento a más  velocidad  de la que los  coches  circulan por las calles. 

Por: Araceli Viqueira

Publicado: Febrero 24, 2020

Cuesta encajar a Brno dentro del estereotipo de ciudad industrial, y sin embargo la segunda ciudad más grande de la República Checa, donde las campanas tañen a mediodía una hora antes de las 12, lo es.

Patrimonio cuidado, sin fachadas de edificios ennegrecidas por la polución, jóvenes poblando las calles, ofertas culturales múltiples, restaurantes de nivel, alegría en las calles y dinero en movimiento a más velocidad de la que los coches circulan por las calles. Cuesta encajar a Brno dentro del estereotipo de ciudad industrial, y sin embargo la segunda ciudad más grande de la República Checa, donde las campanas tañen a mediodía una hora antes de las 12, lo es.

Esa es sólo una de las sorpresas que dejan pasmado al visitante, que mira y remira las manecillas de su reloj para confirmar que la maquinaria no se ha detenido a las 11 a pesar de que las campanas de la Catedral de San Pedro y San Pablo toquen a esa hora y señalen la hora del ángelus. La razón por la que se hace dista mucho de ser religiosa, la motivación es histórica y está vinculada al engaño al que se indujo a los suecos para hacerles creer que sobrepasaban el tiempo límite que, tras varios intentos frustrados, se habían auto impuesto para conquistar la ciudad durante la Guerra de los 30 años.

Es, sin duda, una ciudad con historia que se refleja en sus calles y plazas, como La Plaza de la col (Zelný trh) donde desde hace más de 7 siglos se celebra el mercado al que acuden con sus cosechas los campesinos. Los habitantes de la ciudad lo saben, pero, la mayor parte de los turistas desconocen que existe también un Brno subterráneo rodeado de secretos y misterios del que se han extraído fragmentos cerámicos y hasta balas de cañón provenientes de la guerra de los 30 años (1618-1648).

Uno de los más asombrosos descubrimientos ha sido el osario, ubicado junto a la Iglesia de Santiago (kostel sv. Jakuba), donde han sido cuidadosamente clasificados los restos de más de 50.000 personas que salieron a la luz cuando se realizaban obras en la plaza del mismo nombre, en el centro de la ciudad. Pese a la perfecta iluminación, impresiona recorrer el lugar en el que se han cubierto paredes, formado columnas o cubierto oquedades con las calaveras de quienes, presumiblemente, murieron a causa de las pandemias o las guerras.

En la superficie, la vida, los guiños cómplices y hasta la jocosidad lo inundan todo. Pocos se resisten a sonreír ante la retorcida aguja de la fachada del antiguo ayuntamiento (Stará radnice) o del personaje que, en el exterior de una de las ventanas de la iglesia de Santiago, muestra sus partes traseras como protesta del arquitecto por un trabajo mal pagado. En cambio nadie se asustará por la pretendida ferocidad de ese cocodrilo, al que llaman dragón, y que cuelga del techo de uno de los arcos de la antigua casa consistorial. Sus feroces dientes y ese cuerpo embalsamado que, supuestamente atemorizaban a los ciudadanos, sucumbió a la tentación de comerse una vaca que un valiente había rellenado con cal. Hoy, es el símbolo de la ciudad.

Con unos 400.000 habitantes, muchos de ellos universitarios, la ciudad queda a los pies del Castillo de Špilberk (hrad Špilberk), una fortaleza del siglo XIII que tomaron los nazis y utilizaron como cuartel general.  A este mirador desde el que observar la ciudad morava, se llega fácilmente por senderos perfectamente señalizados y asfaltados.

Resulta tan fácil llegar al castillo y pasear bordeando su foso como encontrar un local en el que tomarse una cerveza, probar una sopa caliente, un cóctel personalizado o un contundente menú.

Las cartas de los establecimientos pueden ser rivales difíciles de vencer y capaces de competir con las de cualquier otro lugar europeo. Pero a diferencia de otros muchos, los precios son aquí accesibles y la calidad no ha disminuido con la llegada del turismo. Esa, la tarea de descubrir un local en el que sentirse cómodo, es algo muy personal pero, es imposible no aconsejar una visita a Kohout na víně, un restaurante con una decoración y menú del día digno de estrella. Los postres y el café de Momenta, muy cerca de la Plaza de la col, merecen mención especial; el ambiente acogedor, la presentación y el sabor de los platos del Siesta Lobby & Wine Restaurant no pasan desapercibidos, en Bistro 4 Pokoje elaboran un cóctel, con o sin alcohol, a tu gusto, en Lokál U Caipla cervecería, rubias, tostadas, grandes o pequeñas se sirven todas las variedades como ocurre en Potrefená Husa, donde las raciones de comida son enormes. El ambiente, el buen ambiente, está garantizado.  

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