Carta desde el corazón... de Chequia
El reconocido periodista uruguayo Homero Fernández visitó Chequia y les escribió una carta entrañable a sus pequeños hijos, que es a un tiempo un aliento para que los viajeros más jóvenes se llenen de curiosidad y anoten varias ciudades checas en su lista de deseos.
Por: Homero Fernández Oyarzábal
Publicado: Junio 13, 2019
Queridos hijos, les escribo esta carta desde la República Checa. Llegué ayer a Praga, una ciudad que quiero que visitemos juntos cuando sean más grandes. Siempre la había querido conocer. Me habían hablado de ella los amigos, las películas y las novelas. Es una gran ciudad que tiene un corazón muy hermoso y admirado: el centro histórico. Allí, además de mucha gente de todas partes del mundo, hay hermosos puentes que atraviesan el río Moldava y, tanto de día como de noche, forman con los parques y los edificios antiguos unas postales preciosas. De esas que a veces vemos en libros de fotografías. Los tranvías rojos y blancos están en casi todas las calles y les dan un toque muy pintoresco.
A mí me gustó el llamado puente de Carlos. Alguien me dijo que para sacarle una foto vacío hay que madrugar, apenas salga el sol. Lo construyó un rey con ese nombre. A sus lados hay esculturas, la mayoría de santos, que parecen guardias que lo custodian. Siempre está lleno de gente que va y viene al otro lado buscando los lugares más famosos. Desde uno alto en la colina, que se llama el Castillo y que es uno de los símbolos históricos del país, hasta la plaza del Antiguo Ayuntamiento que tiene el reloj astronómico más famoso del mundo. ¿Qué quiere decir eso? Que los ingenieros relojeros de la ciudad inventaron, hace como seis siglos, un mecanismo que nunca se para, que marca el mapa de los planetas y que a determinadas horas del día muestra un desfile de pequeñas esculturas que representan a los santos Apóstoles.
¡Jajajaja! Ahora me acuerdo que me encontré en la plaza con un panda gigante. Siiií. Y también un perro que era una escultura de arena. Y le saqué una foto para ustedes porque sé que les gustará mucho. Claro, era alguien metido adentro del disfraz, pero qué bien lo hacía. Lo lindo de Praga es que en cada plaza o en cada esquina de la ciudad antigua te encuentras con músicos callejeros, con tienditas de recuerdos y con unas cafeterías con unos postres exquisitos. Como usualmente hace mucho frío, las personas pasan mucho tiempo libre tomando café y comiendo pasteles hechos con recetas tradicionales. Claro, también venden mucha cerveza, de todos los colores y de todos los sabores. La gente adulta y los jóvenes salen en las noches a los bares y restaurantes que hay en todos lados. Allí se refugian de la nieve y de la lluvia durante el invierno, pero cuando es verano hacen lo mismo disfrutando del sol en las terrazas, junto a los árboles. Porque, ¿saben qué?, hay muchísimos parques, árboles y pequeños ríos corriendo entre ellos. Aquí se cuida mucho la naturaleza y se reservan espacios para que la gente, chicos y grandes puedan disfrutarlas en los buenos tiempos.
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Queridos hijos, el tiempo pasó tan rápido que no pude poner la carta en el correo para que les llegara como se usaba antes: en un sobre con sellos multicolores. Pero, lo bueno es que puedo contarles algo más. Mañana termino mi recorrido por la República Checa. He llegado a Moravia para visitar dos ciudades. En Olomouc, los niños eligieron la mascota de un parque infantil y como fue una tortuga, hicieron una escultura para que siempre esté allí.
En Brno hay muchísimas cosas para sorprenderse. Especialmente para niños como ustedes, tan curiosos y con ganas de preguntar... Hay debajo de la tierra una cantidad de cosas "misteriosas". Refugios atómicos, laberintos mediavales y un osario, que es como un museo construido con huesos de personas muertas. No es tan feo como suena. No se asusten. Es muy interesante.
También hay esculturas en las calles. Un caballo de hierro que mide ocho metros, un reloj que arroja bolas de cristal una vez al día. A mí me gustó mucho durante mi viaje mirar el cielo azul y el juego que hacían las torres de los edificios y las cúpulas de las iglesias. Tomé muchas fotos. Se las mostraré luego cuando les cuente del viaje en casa. ¡Ah! También hice un viaje por un río subterráneo que permite un recorrido por unas de las cuevas más famosas de Moravia. Era una pequeña embarcación con un guía que tenía una voz como de película de miedo.
Estoy seguro que República Checa será uno de los lugares que habremos de visitar en unos años junto con mamá. Eso sí, ¡habrá que estar dispuesto a caminar mucho!
Me voy a dormir. Les mando esto por correo electrónico para que llegue antes que yo. Mañana viajo en tren, que son súper cómodos y modernos, igual que las carreteras de este país. Llego a Praga y de ahí al aeropuerto.
Polibky. (Así se dice. Besos.)
Tàta (Papá)
Texto y fotos: Homero Fernández