Chequia: un pequeño gran país de sabores
En el corazón de Europa late la República Checa, que no solo conquista a los viajeros que se enamoran con su historia, sus paisajes, su arquitectura o sus gentes, sino también a través de la mesa. Un auténtico festín entre regiones que convierte el país en un reclamo de primer orden para foodies.
Por: Jaime de las Heras
Publicado: Enero 08, 2021
Todos los sabores y regiones caben entre sus platos, de los entrantes al postre, sin olvidar nunca el trago, donde cerveza y vino reivindican el brindis checo por excelencia en una ruta a la que hoy te invitamos para redescubrir el país a través del paladar.
Pilsen, la cerveza
Podríamos decir que todos los caminos, si hablamos de cerveza, nos llevan a la ciudad de Pilsen, capital de la región. Lúpulo local, cristalinas aguas, maltas de cebada de Moravia y bajas fermentaciones son las responsables del ligeramente amargo y refrescante sabor que conquista paladares más allá de sus fronteras. Un trago cuya historia se escribe con las letras doradas de Pilsner Urquell, que desde hace casi 200 años elabora con el mismo mimo y materias primas una cerveza amada por checos y viajeros.
Alzando las copas, Moravia del Sur
De la jarra a la copa. No solo de cerveza se vive (y se bebe) en la República Checa. El vino también tiene mucho que decir si nos vamos a Moravia del Sur, una región donde el paisaje se cubre de cepas, viñedos y castillos, y donde se elaboran los grandes vinos del país. Blancos y tintos se suceden así en poblaciones como Valtice, Znojmo o Lednice, donde encontrar variedades autóctonas como la cabernet moravia o la andré en los vinos tintos, y foráneas bien asentadas al terreno como la müller thurgau, que representan la versatilidad de los afrutados, frescos y ligeros vinos checos.
Pepinillos y blanco moravo
Con el apetito abierto tras pasear entre viñedos y mercados, la parada en Znojmo exige una mesa de madera al aire libre entre sus campos de lavanda, donde disfrutar de un bocado tan sencillo como sabroso: los pepinillos encurtidos. Una tradición centenaria que se elabora de forma artesanal en cada casa y que tienen el justo equilibrio entre acidez y dulzor, resultando crujientes en cada bocado y a los que les viene de maravilla un vino blanco de uva de Pálava, con cuerpo, un punto justo de dulzura y mucho aroma, una perfecta síntesis de la naturaleza checa.
Quesos en Moravia central
Los cheeselovers tienen que marcar en rojo su parada en Olomouc, de obligado cumplimiento si quieren descubrir al rey de los quesos checos: los famosos quesitos de Olomouc. Redondos, ligeramente picantes, elaborados con leche de vaca y de pequeño tamaño (prácticamente un par de bocados), esta delicia lleva elaborándose en la región desde hace más de 500 años, utilizando una cuajada desgrasada, por lo que además de muy ricos son ligeros, perfectos para hacer un alto en el camino, para una merienda o para dejarse caer por el Museo del Queso Olomouc, situado en Loštice, donde descubrir las curiosidades de este popular manjar.
Carpas en Bohemia del Sur
No tener salida al mar no significa que los checos no sientan predilección por la pesca, ni por comer pescado. Aquí es el agua dulce el que lleva la voz cantante, con más de 20 ríos y lagos cruzando el país en todas las direcciones, que alimentan los cultivos de sus orillas y cuyas limpias aguas dan vida a algunas de las grandes joyas de la mesa checa. Es el caso de la carpa que se pesca en Bohemia del Sur, protagonista de la mesa de otoño, siendo cientos los menús navideños los que preside. Un auténtico ritual que empieza con la pesca, en lagos como Velký Tisý, cerca de Třeboň, donde las redes y los brazos de los pescadores se encargan de alzar este magro y sabroso pez, de delicada carne, que se suele servir asado o frito.
Crujientes y especiadas, Bohemia del Este
Casi una peregrinación es la que encamina a los más golosos a Pardubice, en Bohemia del Este, donde los perník se convierten en el reclamo para aquellos que no renuncian a un dulce final. Crujientes, jugosas y repletas de especias como el clavo, la canela o el toque del jengibre, los pasteleros de Pardubice dan curiosas formas a sus galletas, añadiendo también coberturas de azúcar, de chocolate o almendradas, que son auténticas obras de arte comestibles y que se han convertido en uno de los souvenirs navideños favoritos para los que viajan a la República Checa.
El frgál de Valaquia
Reunirse alrededor de un buen café es uno de los hobbies favoritos de los checos, más aún si uno se deja caer por el café Lanterna de Velké Karlovice, donde espera uno de los emblemas de la cocina de Moravia del Este como es el frgál, un jugoso pastel que ha evolucionado desde la cocina salada hasta convertirse en una dulce tentación. Relleno de pera, requesón o ciruela, el frgál es un suave y untuoso bollo cuyo gran secreto está en la triple fermentación de su masa, responsable de su esponjosidad. Un bocado que es todo ternura y con el que poner el mejor sabor de boca a esta ruta sabrosa por la República Checa.