Disfrutando de la Semana Santa en Praga
Praga es uno de los destinos favoritos para los europeos durante la Semana Santa, aunque para los no europeos que estamos de paso para esas fechas, es una grata sorpresa. Desde costumbres desconocidas hasta comidas típicas checas, todo puede ser novedoso para nosotros los argentinos.
Por: Nair Felis Rodriguez
Publicado: Julio 09, 2019
Lo primero que notamos al llegar a la ciudad, justamente el Jueves Santo, fueron los mercados de Pascuas que se encuentran por todos lados. Uno de ellos estaba en la Plaza de Wenceslao, cerca de nuestro alojamiento, y decir que estaba repleto de gente es decir poco. Otro de estos mercados se encuentra en la Plaza de la Ciudad Vieja, que estaba todavía más lleno de personas comprando recuerdos típicos y también comidas checas.
Lo primero que nos sorprendió de estos mercados fueron los huevos de Pascua pintados a mano que se exhibían en gran cantidad de puestos. Se llaman kraslice y se venden como souvenirs para que los turistas nos llevemos un lindo recuerdo de Chequia a casa. Es una tradición de muchas familias checas pintar estos huevos, casi siempre tiñendo los huevos antes de decorarlos. Hay muchas técnicas de decoración de huevos, cada una dependiendo de la región donde se realice.
Nosotros compramos un huevo blanco con motivos en azul para traernos de recuerdo, ya que nos pareció un souvenir muy original y también bonito. Los había en varios tamaños, colores y decoraciones.
Más allá de los mercados, en Praga se sentía un clima festivo. Los bares y terrazas al aire libre estaban llenos, ya que el clima primaveral era perfecto, propiciando el ambiente ideal para probar las deliciosas cervezas checas. En nuestro caso, aprovechamos para degustar una de las más famosas, la Pilsner Urquell.
Pero lo que más nos gustó de Praga durante esta época tan especial fue caminar por sus calles soleadas y llenas de gente, viajar en tranvía, perdernos en sus rincones y conocer su extensa historia. También subimos a algunas de sus “cien torres”, aunque la ciudad tiene muchas más. Las vistas desde la Torre de la Pólvora son increíbles y vale la pena subir los antiguos escalones para admirar Praga desde las alturas.
Otra de nuestras actividades favoritas fue caminar junto al río Moldava al atardecer, cruzar el Puente de Carlos, viendo a los pequeños barcos navegando por sus aguas, llenos de turistas emocionados. Y luego ir a cenar a uno de sus tantos restaurantes medievales, donde pudimos probar más de la comida típica checa… y de sus bebidas también, por supuesto.
Praga es una de las ciudades más hermosas que conocimos en Europa y se puede visitar en cualquier época del año, ya sea en primavera -exactamente en Semana Santa- como hicimos nosotros o incluso en Navidad, con los mercados navideños que ocupan sus calles con encanto.