Donde la magia nunca termina

Recorrer el Puente de Carlos, uno de los más famosos del mundo, visitar castillos que relatan la historia de los caballeros teutónicos y adentrarse en cuevas con estalactitas de intrincadas formas son algunos de los imperdibles cuando se visita Chequia.

 

Por: María Alejandra Moreno

Publicado: Junio 06, 2019

Mientras se aterriza en el Aeropuerto Internacional de Praga Václav Havel se advierten los techos de colores de sus casas y un enorme tapete verde con matices de los campos de trigo, antesala de un espectáculo majestuoso que quedará en la memoria de los visitantes para siempre.

A 15 minutos del aeropuerto está el centro. Una de las calles principales y de las más lindas del barrio Malá Strana, es la Nerudova, donde se concentran hoteles, como el Golden Key (ubicado a 400 metros del Puente de Carlos), restaurantes y tiendas de souvenirs, donde los protagonistas son ratoncitos y hadas colgantes, al igual que objetos hechos de cristal.

Por donde se camine, hay arte. Las casas se roban las miradas por sus colores, su arquitectura (sobresale el estilo barroco) y las historias que guardan, pues muchas de ellas fueron lugares que habitaron escritores como Franz Kafka y el músico Wolfgang Amadeus Mozart, de quien se dice que compuso algunas de sus obras maestras en esta ciudad enigmática.

Existen planes innumerables en Praga, pero entre los más solicitados están recorrer el centro histórico, la Biblioteca Nacional, el Barrio Judío e incluso pasear en segway, un medio de transporte que sólo está permitido en ciertas partes de la ciudad para evitar accidentes, pero útil –por ejemplo– para ir a conocer el estadio Strahov, que se inauguró en 1926 y es el más grande del mundo, con capacidad para 250 mil espectadores. Su superficie no es la de una cancha de fútbol, sino de seis.

Según Freddy, quien trabaja como guía en estos segways y explica cómo utilizarlos, “es muy grande y ahora sólo lo utilizan los jugadores del equipo de fútbol Athletic Club Sparta Praga para sus entrenamientos, pero antes era la sede de las “espartaquiadas”, una serie de eventos multideportivos. Strahov es un símbolo de los años de la Primavera de Praga, en la que Checoslovaquia prermanecía controlada por la Unión Soviética, hasta 1989.

Las construcciones bajo el régimen se caracterizan por lo sombrías y las fortalezas hechas para evitar cualquier ataque, que contrastan con las casas y catedrales de Praga, donde se encuentra el Monasterio y la Biblioteca de Strahov. En ese recorrido, los amantes de la cerveza pueden visitar Svatý Norbert y deleitarse con sabores que van desde lo tradicional hasta bebidas frutales con mucho carácter, y luego almorzar las típicas mejillas de cerdo, acompañadas de puré de papa.

Entre sabores, colores y diferentes texturas, Praga sorprende a sus visitantes con postres, tortas y galletitas de jengibre, que son una buena opción mientras se recorre el Puente de Carlos, una estructura imponente que data del siglo XIII, en el que se cruzan culturas de todo el mundo, jóvenes, personas mayores y familias dispuestas a oír a los músicos que hacen amenos sus 512 metros y que además es el lugar predilecto para los enamorados.

El Puente de Carlos conecta a Malá Strana, que se traduce como Ciudad Pequeña, uno de los distritos más antiguos de Praga, donde además se ubican los principales museos, galerías y la famosa iglesia Nuestra Señora Victoriosa, hogar del Niño Jesús de Praga, con la Ciudad Vieja (Staré Mesto, en checo), Patrimonio de la Humanidad, según la Unesco.

Staré Mesto se caracteriza por tener fuentes de agua en todas partes y su imponente reloj astronómico de Praga (Staromestský Orloj, en checo), otro de los atractivos turísticos. Los transeúntes esperan para ver el paseo de los apóstoles mientras degustan un trdelník, una de las recetas tradicionales de la ciudad, unos rollos con canela a los que se les agrega helado. Cada paso en la ciudad queda grabado en la memoria y el corazón.

Pero visitar Chequia también es una oportunidad para conocer las ciudades que quedan a su alrededor, con castillos majestuosos, cuevas con estalactitas que simulan alas de ángeles y jardines imperdibles. Brno y Omolouc son las dos ciudades que un turista no puede dejar de visitar; allí se puede hablar con los locales y vivir un poco más su cotidianidad.

Planes

Castillo de Bouzov

A dos horas de camino en tren desde Praga está Olomouc y muy cerca se encuentra el Castillo de Bouzov, que es uno de los atractivos imperdibles. Allí se puede hacer un recorrido de 40 minutos y observar obras de arte, salones donde se reunía la orden de caballería, la realeza y hasta donde permanecían los prisioneros. El castillo es de las locaciones más apetecidas para filmaciones de cuentos de princesas y hadas, en las que nunca falta la bruja malvada.

Brno

En sus calles se respira arte y cultura en cada paso, catedrales como la de San Pedro y San Pablo se roban las miradas, junto con las esculturas de Brno, que invaden la ciudad. Pero entre esculturas y arte, quienes visiten Brno pueden conectarse con la naturaleza en el Karst de Moravia, una reserva natural en el norte de la ciudad, donde se encuentra un sistema de cuevas abiertas al público. Punkva es una de las más transitadas y se le conoce como la cueva del espectáculo. Desde la entrada ya se observan figuras de alas de ángeles, cocodrilos e incluso un cementerio formado por las estalactitas que cuelgan en las cuevas.

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