Praga, con nombre y apellido

Cuando planeas un viaje a Praga tienes claro que te vas a encontrar con muchas de las esquinas de Franz Kafka. Sin embargo, al andar por sus calles, con el asombro a flor de piel, verás que no es el único nombre propio que te asaltará, recurrente, en la bellísima capital de la República Checa.

Por: Jess Garbarino

Publicado: Febrero 09, 2017

Las metamorfosis de Franz Kafka

Está cantado, ya sabes que te vas a encontrar de muchas formas con el autor de La Metamorfosis cuando recorras las calles de Praga, donde parece que si, que ya le perdonaron su preferencia por el idioma alemán a la hora de escribir (en lugar del checo). No hará falta buscarlo, Kafka se te aparece en todas partes: El Castillo coronado por la Catedral de San Vito, dominando toda la ciudad, te evocará su novela inconclusa, mientras las tiendas tapizadas con posters y playeras que reproducen esa silueta casi en los huesos harán su trabajo de mercadeo. Pero si quieres ir a lo concreto, puedes caminar unos pasos desde la Plaza de la Ciudad Vieja hacia la que fue su casa de infancia, donde nació, junto al Café Kafka. Luego, cuando visites el Callejón del Oro con sus casas diminutas, en el número 22 te señalarán el lugar donde vivía una de sus hermanas.

También puedes visitar el Museo Franz Kafka, a orillas del río Moldava, con una vista privilegiada del Puente de Carlos. Pero si de metamorfosis se trata, habrá que seguir el rastro del escritor en dos estatuas con las muy peculiares visiones de sus escultores: en la versión de Jaroslav Rona, Kafka monta un cuerpo sin pies ni cabeza ni manos, en pleno barrio judío de Josefov, junto a la Sinagoga Española; en tanto, la más reciente adquisición de la ciudad, ubicada junto al centro de negocios Quadrio, es el trabajo del polémico David Černý, quien creó una enorme cabeza plateada de once metros de alto que se fracciona en 42 capas al tiempo que gira, descomponiendo el famoso rostro del escritor.

Quién entiende a Wolfang Amadeus Mozart

La ciudad y el compositor austríaco se profesan (hasta hoy) un cariño particular. En algún momento alguien te va a contar esa historia donde un Mozart incomprendido en Viena era ovacionado en Praga luego de interpretar la ópera Las bodas de Fígaro en el Teatro Estatal. Algo que lo llevó a decir: “Mis praguenses me comprenden”. También sabrás, que Mozart dedicó a la ciudad la sinfonía nº 38 en Re Mayor K. 504 (conocida como Sinfonía de Praga), estrenada en el Teatro Nacional, y compuso allí la ópera Don Giovanni, que estrenó en el Teatro Estatal. Así, en las idas y vueltas de gratitud, la ciudad le ha dedicado un museo al músico en la Villa Bertramka, en Praga 5, donde el compositor se hospedaba con sus amigos los Duschek durante sus visitas.

David Černý, el humor de un provocador

La sugestiva denuncia social de este escultor checo te asalta aquí y allá por las calles de Praga, y no puedes evitar esbozar una sonrisa ante sus obras. Quizá la más fotografiada sea la fuente que la gente bautizó como “Los Meones” –aunque su verdadero nombre se traduzca en algo así como “Chorros”–, ubicada frente al Museo Franz Kafka, que representa a dos hombres de cadera móvil que orinan sobre el mapa del país formando letras… y las interpretaciones arrecian, aunque Černý no dé mayores precisiones.

La torre de comunicaciones de la ciudad, por su parte, tiene un aditamento monumental: unos bebés que trepan por sus portentosas columnas de hormigón. También está la cabeza giratoria de Kafka y, del mismo material, una mujer embarazada con música en su vientre para quienes se atreven a regresar al seno materno. Colgando de una mano sobre la calle Husova te puedes encontrar a Sigmund Freud. Y a metros de la portentosa estatua de San Wenceslao I de Bohemia, que preside la enorme plaza del mismo nombre, en la Galería Lucerna (Vodičkova 36), un caballo muerto al revés, montado por el soberano, cuestiona la imagen intocable del patrono checo. Y ahí no acaba la cosa: hay más sorpresas a lo largo y ancho de la ciudad, para ir descubriendo, cuando menos te lo esperas.

El art nouveau con Alfons Mucha

Cubismo, barroco, románico, gótico, renacentista… Entre la profusión de estilos arquitectónicos y artísticos que condensa la ciudad, el art nouveau parece tener nombre propio: Alfons Mucha. Al artista también te lo encuentras en cada tienda de recuerditos de Praga con sus dibujos de mujeres estilizadas en cajas, posters y playeras. Aunque también lo hallarás donde quizá no sospechabas: uno de los vitrales de la Catedral de San Vito, que relata la leyenda de San Cirilo y San Metodio, sobre el costado izquierdo, es obra suya. Además puedes visitar su museo, para conocer más sobre su vida y su trabajo. Y si quieres alguna pieza de art nouveau diseñada por las nuevas generaciones de artistas, su nieta Jarmila tiene una tienda donde ofrece sus trabajos basados en proyectos del famoso abuelo.

Relativa calma para Albert Einstein

Una placa en uno de los flancos de la Plaza de la Ciudad Vieja trae a Praga al célebre físico que formuló la Teoría de la Relatividad. De esa forma recordamos que a lo largo de 16 meses (entre 1911 y 1912) Einstein vivió y trabajó en la ciudad dando clases en la universidad. El bronce nos revela que allí, en las reuniones de intelectuales de los jueves del Salón de Berta Fanta o Casa del Unicornio, el científico tocó el violín y conoció a los famosos escritores Max Brod y Franz Kafka.

 

También podemos seguir sus pasos hasta el Café Louvre, donde era habitual verlo, o pasear por la calle Lesnická, donde vivía y seguir el camino a la universidad, que recorría caminando, perdido quizá en las ideas que le ayudaron a consolidar su famosa teoría que había formulado unos pocos años antes.

 

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