Teatro Negro de Praga, magia en familia
El Teatro Negro de Praga es hipnótico, tanto para grandes como para los más chicos. Tahiel, el más joven de los tres integrantes del blog Magia en el Camino, nos cuenta su mágica experiencia.
Por: Aldana y Dino
Publicado: Julio 14, 2017
Mientras comíamos los tres un exquisito trdelnik (masa de harina dulce enrollada en un pincho, que se cocina a la braza y se puede rellenar con crema, chocolate y frutas) y mirábamos sorprendidos la hermosa iglesia de Tyn, mis papás empezaron a conversar sobre el Teatro Negro de Praga.
– Tenemos que ir a ver una obra de teatro negro. No puede ser que estemos en la ciudad donde se desarrolló este tipo de teatro y no veamos nada –decía mi mamá.
– Bueno, averigüemos, pero no sé cómo vamos a hacer con Tahiel –le respondió mi papá.
Tahiel vendría a ser yo, el hijo de tres años de estos dos viajeros que en ese momento tenía menos de dos y no sabía ni que existía un teatro al que llamaban “negro”. ¿Qué significará ese nombre? ¿Que el teatro es negro? ¿Qué no se ve nada?
Como si me hubiera adivinado el pensamiento, mi mamá me contó que este tipo de teatro se basa en la incapacidad del ojo humano de distinguir negro sobre negro, por eso, los actores se visten de negro sobre un fondo negro y sólo dejan ver los objetos que ellos quieren con la ayuda de las luces. Además, en el caso de que no estén de negro, hay juegos de luces, sombras y acrobacias que le brindan una característica diferente a los demás tipos de teatro.
Mientras ella me explicaba, yo pensaba que todo estaba muy lindo, pero que yo no iba a entender ni una palabra de checo. Por suerte, en seguida me dijo que la mayoría de las obras son mudas y que, por eso, lo principal es la música y las mímicas que se utilicen.
Cuando ellos hablaban yo los sentía un poco preocupados. Es que no sabían si yo me iba a portar bien. No porque fuera a hacer mucho lío, sino porque podría llegar a aburrirme y molestar a los demás. Para prevenir cualquier problema, fueron al teatro temprano, sacaron las entradas y le avisaron al acomodador que nos íbamos a sentar en la última fila para estar más cerca de la puerta y así poder salir lo más rápido posible en caso de necesidad.
Recorrimos los alrededores de la plaza principal, cruzamos por décima vez el puente de Carlos y cuando llegó la hora nos dirigimos hacia el teatro. La sala era pequeña y estaba apenas iluminada. Nos acomodamos atrás de todo, pero igual estábamos cerca del escenario y a mí me daba la sensación de que se escuchaba hasta el beso que le di a mi mamá.
A los pocos minutos, las luces se apagaron y yo me quedé totalmente atrapado por la música, los trajes fluorescentes, los bailes y los objetos que volaban. No solo no me moví ni hablé, sino que aplaudí y exclamé en los mismos momentos que lo hicieron los demás.
Me encantó. Lo disfruté mucho y mis papás estaban felices. Creo que no sólo ellos, sino también el chico que acomodaba la sala, porque a la salida me regaló un dulce y unos pequeños juguetes con los que me fui feliz al hotel.
En la habitación, mis papás decían que fue una hermosa experiencia para disfrutar en familia y el cierre ideal de un entretenido día de caminata por la ciudad.
Los invito a leer más sobre mis viajes en mi columna: “Te cuento del camino lo que vi”.
Información práctica
La obra del teatro negro que fuimos a ver fue Antología, de Black Light Theatre Srnec, en el teatro que se encuentra en el Palacio Savarín. La calle es Na Příkopě 10, Praga 1. Es el primer teatro negro en el mundo y se fundó en 1961.
La sala es pequeña, pero la obra está muy bien. Es sencilla y representa al teatro original.
El costo fue (en 2015) de 580 coronas checas, unos 20 euros aproximadamente.