Štramberk: una mandíbula, montones de orejas y todo el encanto
La torre gótica Trúba se eleva ineludible sobre la colina donde se asienta Štramberk desde hace al menos siete siglos. Una breve muralla serpentea cuesta arriba y todo el conjunto de antiguas casas evoca esos escenarios mágicos donde tienen lugar historias que merecen ser contadas, como la de la mandíbula de un niño neandertal o la de las orejas de los tártaros.
Por: Jess Garbarino
Publicado: Mayo 18, 2022
El trabajo será duro para las piernas del visitante, aunque sin duda valdrá la pena emprender el camino cuesta arriba, por las empinadas callecitas de Štramberk, en la región de Moravia-Silesia. Además, la dulce especialidad local con forma de oreja puede ayudar a recuperar fuerzas a cada paso, dejando un agradable sabor de boca con acentos de miel y jengibre.
Hecha la advertencia, para empezar el recorrido por esta encantadora ciudad ubicada a apenas 36 kilómetros al sur de Ostrava, lo mejor será dirigirse a la cueva Šipka. Tras un empinado paseo por una zona boscosa, se llega a un mirador desde donde se puede tener una excelente panorámica de Štramberk, con su fotogénica silueta coronada por la torre Trúba. Justo atrás del mirador está la entrada de la cueva, donde tuvo lugar un gran hallazgo arqueológico en 1880, cuando el investigador Karel Jaroslav Maška desenterró parte de la mandíbula inferior de un niño neandertal de unos nueve años de edad y 40 mil de antigüedad. El descubrimiento tuvo gran impacto en las discusiones de la comunidad científica de la época, que dudaba de la presencia de neandertales en el este de Europa Central.
Callecitas de antaño
Luego llegará el momento de visitar el centro histórico de la ciudad. Resulta agradable caminar sin rumbo fijo por las calles empedradas, que trepan algo empinadas aquí y allá, escoltadas por antiguas casas de madera de los siglos XVIII y XIX, que le valieron a Štramberk el apodo de “Belén de Moravia”. Aquí, aunque se haga un esfuerzo, no hay forma de perderse: la torre de Trúba, remanente del un castillo que ya no existe, funciona como referencia infalible contra la desorientación.
Todos los paseos van a llevar en algún momento a la plaza central, donde destaca la Iglesia de Juan Nepomuceno, la fuente y las casas de colores que contrastan con la torre gris de piedra que se observa al levantar la vista. La plaza es el centro social de la ciudad y ofrece varios lugares donde comer, tomar un café y también probar las famosas “orejas de Štramberk” (Štramberské uši), unas galletas de jengibre y miel con forma cónica que se ofrecen solas o rellenas a gusto del consumidor con diferentes sabores de helados y toppings.
Orejas de la victoria
Las Štramberské uši son el resultado de una antigua historia heroica de la ciudad. Según cuentan los fabricantes de galletas, los tártaros tenían la costumbre de cortarles las orejas a sus víctimas para comérselas o enviárselas a los altos mandos militares para demostrar sus avances bélicos. Durante la invasión tártaro-mongola de Moravia, en el siglo XIII, los habitantes de la zona rompieron un dique durante una fuerte lluvia, haciendo que los invasores se ahogaran junto a sus sacos llenos de orejas humanas. Para festejar la victoria, los habitantes de Štramberk elaboraron panes dulces de jengibre con forma de oreja iniciando una tradición que llega hasta nuestros días.
De modo que una visita a la ciudad está incompleta si no se prueba esta golosina local y se lleva alguna que otra caja a casa para atizar el recuerdo de un paseo lleno de encanto.
Un castillo y un misterio
Con las energías renovadas luego de degustar las orejas de Štramberk, es tiempo de subir un poco más aún, hasta la torre de Trúba, de 40 metros de alto y 10 de diámetro, con su techo en forma de cono y su mirador de madera. La torre formaba parte de un castillo cuyo origen se desconoce, fechado en el siglo XVIII. El castillo fue propiedad de los Caballeros Templarios, del rey Jan de Luxemburgo, del rey Carlos IV, también del fundador de la ciudad de Štramberk, Jan Jindřich, y luego de la familia Benešovic. Sin embargo, en el siglo XVI el castillo fue abandonado y el tiempo se encargó de su paulatina destrucción.
Mientras se disfruta de las vistas que se obtienen desde las alturas de la torre Trúba, se puede escuchar la leyenda que cuenta que originalmente el castillo se iba a construir en la colina de enfrente, llamada Kotouč, pero que una legión de elfos se encargó cada noche de destruir los progresos de los trabajadores, hasta que el noble que había ordenado la obra decidió reubicarlo donde se encuentra actualmente.
Ya cuesta abajo, si las piernas del viajero todavía se sienten con ánimos de seguir explorando, se puede visitar el Jardín Botánico y el Arboreto, que en realidad es la antigua cantera de piedra caliza de la zona, que dejó de funcionar en 1920 y se pobló con nueva vida para disfrute y relax de las cansadas piernas de locales y visitantes.
Más información en Turismo de Štramberk y Castillo de Trúba.
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