El Castillo Praga de la mano de Jože Plečnik.

El famoso arquitecto esloveno Jože Plečnik trabajó  al principio del siglo XX como el arquitecto del Castillo de Praga, reformó sus jardines de la zona sur, el Jardín de las Murallas y algunos interiores, incluida la residencia del Presidente. 

 

Por: Javier Mazorra

Publicado: Agosto 15, 2020

Para la capital checa diseñó entre la década de los años 20 y los 30 la iglesia del Sagrado Corazón del Señor en el barrio de Vinohrady, considerada uno de los más bellos ejemplos de arquitectura sacra moderna y que en 2018 debería ser declarada monumento de la UNESCO.

Con sus 570m de largo y 130m de ancho el Castillo de Praga es el monumento más grande y espectacular de la capital de la República Checa. Sin duda el más visitado. En su interior se esconde la Catedral, la Basílica y el convento de San Jorge, las Joyas de la Corona además de un montón de edificaciones de distintas épocas pero para muchos visitantes, como yo, lo que más curiosidad provoca son esos toques ultramodernos que aparecen cuando menos se les espera.

Los descubrí hace muchos, muchos años en mi primer viaje a la entonces Checoslovaquia y no tardé en descubrir que esas inmensas columnatas, esos continuos inclasificables guiños clasisistas,  se debían a la barita mágica de Jožé Plečnik (1872-1957), uno de los grandes arquitectos de la primera mitad del S.XX.

Nacido en Ljubljana, -una ciudad que terminaría remodelando hasta límites insospechados y que ahora está ligada para siempre a su forma de entender la arquitectura y el urbanismo-, Plečnik no tarda en trasladarse a Viena, la por aquel entonces capital del Imperio Austro-Húngaro donde realiza sus primeras obras pero también conoce a otros arquitectos como el checo Jan Kotěra que unos años más tarde,  ya convertido en Profesor de la Escuela de Artes Decorativas,  lo invita a trasladarse en a Praga, facilitando su nombramiento como profesor de la Escuela de Artes y Oficios en 1911.

Durante los próximos diez años estas dos figuras, cada uno con estilos matizadamente distintos, formarán una nueva generación de arquitectos que utilizando un lenguaje funcionalista con reminiscencias clásicas, revolucionaran el aspecto de las ciudades de la todavía embrionaria Checoslovaquia.

Tomàš Masaryk, el primer presidente del país, lo tiene claro, quiere que la arquitectura sea uno de los principales  instrumentos para cambiar el país y darle unas nuevas señas de identidad. Y el mejor candidato para acometer este proyecto es Jože Plečnik quien no tarda en convertirse en su mejor aliado.

Como máximo símbolo del país, el Castillo de Praga se convierte en el primer objetivo de este cambio, en un laboratorio de nuevas ideas que expresen una nueva época y las raíces culturales de la nueva nación, sin caer en folclorismos.

Aunque no pudieron desarrollar todas sus ideas, sólo hay que pasearse por el inmenso recinto del Castillo para ir descubriendo los muchos rincones que delatan el toque Plečnik. La mayoría de los patios llevan su firma. Hay que fijarse en el pavimento, en los detalles de la decoración perfectamente planificados, casi siempre rematados con piezas d cobre. Pero también en las suntuosas escaleras, las preciosas barandillas que conducen a esos jardines que fueron remodelados por completo. Sobre todo el que se conoce como el Paraíso, salpicado de monumentos significativos e impresionantes puntos de vista. Tampoco hay que perderse el obelisco que surge frente a la Catedral. El original tenía que ser mucho mayor pero sigue impresionando.

Para marcar un antes y un después del edificio con su pasado vinculado al Imperio Austro-Húngaro, se rediseñaron por completo las salas oficiales, como el suntuoso Salón de Columnatas que hoy se conoce como sala Plečnik y nos recuerda el Palacio de Knossos en Creta pero sobre todo los apartamentos del mismo presidente. A pesar de compaginar su puesto de profesor en la Escuela de Arquitectura de Ljubjiana entre 1920 y 1935, este esloveno  no abandonaría en ningún momento su trabajo en Praga donde casi siempre tuvo carta blanca para desarrollar ‘una madurez clásica moderna’, como lo describía Pavel Janák, uno de sus alumnos más aventajados que seguirían su huella.

Vale la pena redescubrir el Castillo de Praga siguiendo únicamente el rastro de Plečnik. Algunas zonas no son visitables, en otras hay que pedir permiso pero la aventura merece la pena y nos da ganas de seguir descubriendo la obra de este genial arquitecto.

Se puede ver su intervención en el Palacio de Lány, la residencia de verano del Presidente Masaryk que se encuentra a unos 35km de la capital pero en el mismo Praga, en el popular  barrio de Vinohrady nos ha dejado otra de sus obras más significativas, la Iglesia del Sagrado Corazón. Una obra muy moderna aunque difícil de describir por su absoluta originalidad. Fue realizada entre 1928 y 1932 y para muchos estudiosos está considerada como su edificio religioso de mayor importancia. Si desde fuera impresiona con esa Torre en forma de estela y por la particular decoración de sus paredes, el interior sobrecoge, incluso a los no creyentes.

Quien se quede con ganas de más arquitectura moderna checa de calidad, sólo tiene que tirar de la cuerda y seguir el rastro de los arquitectos de la escuela Cubista de Praga muy vinculada con Plečnik.

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