RELATO BREVE MÉXICO: Boceteando Praga

El relato de Juan Manuel García Belmonte fue uno de los finalistas del concurso literario Piensa en algo bonito, sueña con Chequia, convocado en México por la revista cultural La Tempestad y la Oficina de Turismo de la República Checa. Anímate a recorrer Praga de la mano de alguien que ama el teatro y los circuitos alternativos.

Por: Colaborador invitado

Publicado: Julio 05, 2020

Boceteando Praga

Juan Manuel García Belmonte

 

Caminé abrazando el frío de Praga en 2016, en la caricia del ocaso de ese año, así que este relato se arma con un amasijo de recuerdos, también con las páginas de un diario cosido a mano y con solapas color café cargado que he vuelto a releer en estos días porque allí conservo algunas notas del viaje.

Este rompecabezas se despliega y estoy ahí, en esa ciudad soñada de un sábado 5 de noviembre. No hablo inglés mas pude contactar a Caroline para hospedarme. Ella, con su breve español, me soltó las indicaciones precisas para llegar a su departamento en el barrio de Karlín desde el aeropuerto.

Habré dormido unas dos horas después del viaje y pronto me alisté a visitar el centro de la ciudad sin ayuda de guías de bolsillo o páginas de internet (no es mi costumbre), sino que quise dejarme envolver por el magnetismo de la ciudad y la belleza de su arquitectura medieval y art nouveau desparramándoseme por los ojos.

Si se espera encontrar datos precisos, recomendaciones o atisbos de una receta imprescindible de cómo viajar con pocos recursos o dar detalles de cuándo y qué visitar cada día, este no es el texto correcto porque sí, en Praga como en varias de las capitales de Europa, el metro y el tranvía funcionan muy bien, hay abonos para viajes diarios o por semana, los letreros son claros, las instalaciones y vagones limpios, la comida local barata, los residentes hablan además de su lengua, también el inglés, no atino a decir más al respecto.

Las mujeres, eso sí, tienen una belleza especial, marmórea, esculpida, prístina.

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El Tricafe es un lugarcito enclavado en la confluencia de teatros, galerías y pequeñas tiendas de diseño en la Ciudad Vieja, lo que equivale al Centro Histórico. Hay buena música y observo cómo se congregan principalmente jóvenes estudiantes de arte con mochila al hombro y pocos turistas. La decoración ecléctica del café es para enamorarse y un desayuno ligero o bebida con postre ronda las 100 coronas checas, casi lo mismo que en pesos mexicanos al tipo de cambio actual.

Varios de los clientes leen y hacen anotaciones, los meseros jóvenes muestran sus dientes en gesto de amabilidad pese a lo parco del carácter de los checos, al menos así me lo parece.

He decidido beberme esta ciudad de a poco, estirar la caminata diaria antes de que oscurezca –lo que ocurre más o menos entre 5 y 6 de la tarde– e ir sorprendiéndome con cada hallazgo.

Ese día no alcancé a llegar al Castillo de Praga, pero anduve por las calles estrechas, crucé unas dos veces el icónico Puente de Carlos que atraviesa el Moldava y conecta a la Ciudad Vieja con la Ciudad Pequeña y entre un escondrijo y otro de forma azarosa llegué al bellísimo Teatro Estatal de Praga, donde me colé a una de las charlas que un guía español daba a un grupo de japoneses.

Sí, aquí Mozart estrenó mundialmente su Don Giovanni en 1787. La anécdota del guía hispano emocionó al grupo, sus risas discretas y ojos de asombro lo delataron.

Olvidé decir que soy hombre de teatro y contagiado por la algarabía, me metí a la taquilla para comprar una entrada a lo que en México diríamos “en gayola” para Las tres hermanas de Chéjov, cuya primera función sería a la semana siguiente.

Regresé en el tranvía 28, con el clima vuelto hielo, el carrete de imágenes girando y dando sus fracciones de segundo a la vista nocturna del Moldava, la paleta de tonos pastel o tierra en las construcciones, las instantáneas de la Plaza de Wenceslao, el Reloj Astronómico o la insuperable y deconstructivista Casa Danzante, hija de la Revolución de Terciopelo.

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Mi diario consigna que el 9 de noviembre estaba en la cafetería Nova Escena del Teatro de los Estados escuchando una conferencia sobre Shakespeare. Y así fue, pero me salí antes de que terminara la charla.

Todo ese día lo recuerdo bien porque fui al Instituto Cervantes y me topé con Ernesto, un mexicano egresado de la UNAM que tenía en ese entonces seis años de vivir aquí ganándose la vida con clases de español, traducciones oficiales e interesado en la ficción. Estaba emocionado porque tenía un encargo importante –me dijo–, traducir dos libros para la editorial mexicana Elefanta, con un subsidio del gobierno de la República Checa.

El resto de la tarde lo dividí para ir al Museo de Kafka, comprarme una marioneta tradicional en una de las múltiples tiendas de la Ciudad Pequeña y tomar buena cerveza (Pivo); y doy fe de que la fama de la bebida es bien ganada en calidad y precio.

Kafka, Kafka, Kafka. Me sentí un absurdo consumista al comprar una playera (que es a la fecha la única que envío a lavandería para plancharse) lápices, un par de libretas y dos fotografías del escritor en la tienda afuera del Museo. Adelanto que esa noche, Caroline, me regaló El castillo, edición bellísima en checo de la que no tuvo mayor reparo en desprenderse.

Por esos días, Trump había ganado las elecciones, pero acá poco importaba eso pues la ciudad estaba pletórica de exposiciones, coloquios y propaganda alusiva a los 80 años de nacimiento de Václav Havel.

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Ahoj!, Ano, Ne, Děkuji, Prosím, que significan: Hola, sí, no, gracias y por favor, son las únicas palabras que pude pronunciar en checo aparte de mi pésimo inglés, pero me ayudó a conocer gente, ir a los teatros y darme a entender para conversar.

En el Divadlo Archa –con una programación alucinante– conocí a Linda y Mathias cuando presentaban Relax Now! Tanto el teatro alternativo como la danza y el circo contemporáneo en Praga son de lo mejor de Europa Central. Hay un público fiel y decenas de compañías independientes que pintan una vida cultural pujante en el plano internacional de las artes escénicas y visuales.

Muchos de los foros más interesantes de la capital checa se encuentran en pequeños teatros subterráneos, galerías o naves industriales adaptadas como la Meetfactory, enraizada el barrio de Holešovice.

Un día después, Mathias y Linda, que viajarían con este espectáculo en el 2017 al Festival Internacional de Arte Contemporáneo en México, presentaron Busking Unlimited, teatro documental que habla sobre los músicos callejeros.

Al término de la obra anduvimos hasta la madrugada y yo solo pensaba en cómo hacer para establecerme en esta urbe de artistas combustibles.

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Paso las páginas de mi cuadernillo donde se aglomeran las frases de las visitas al Palacio Ferial, la Galería Nacional, la invasión del arte emergente checo por las calles y muros de Praga o los rinconcitos y discos alucinantes que pude encontrar en el barrio de Žižkov, porque hay mucho más en dicha zona que la multicitada torre de televisión con las esculturas de bebés gateando de David Černý.

Las enormes áreas verdes de Praga, sus parques y más sitios como Vinohrady o Vyšehrad –testigo de la realeza checa– sumarían párrafos para contar lo que puede verse, de modo que termino en el bar Ibal, donde me siento un tipo con suerte porque los tragos son muy buenos, baratos y no hay música estridente. Ella, la chica que atiende, está forrada de tatuajes y guardará seguramente muchos secretos en ese cabello tan oscuro que menea de un lado a otro al tiempo que envía mensajes por teléfono. Se acerca, cierro el diario…aún falta un día para irme.

 

Praga siempre es especial y diferente.

Si deseas conocer la Praga de Juan Manuel García Belmonte, autor de este relato, visita los siguientes lugares:

Barrio Karlin.

Café Tricafe.

Teatro Estatal de Praga.

Museo Franz Kafka.

Divadlo Archa.

Meetfactory.

Holešovice.

Barrio de Vinohrady.

Barrio de Žižkov.

 

 

 

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